La Real Universidad de Guadalajara (1792 a 1816)
Por las tierras ignotas de lo que sería el territorio del Reino de Nueva Galicia, el 5 de enero de 1532 el capitán Juan de Oñate, por instrucciones del conquistador Nuño Beltrán de Guzmán, fundó la villa de Guadalajara de Indias en Nochistlán, en la región cazcana. Hacia agosto de 1533, la villa se trasladó a Tonalá; pero ante las presiones de Beltrán de Guzmán se tuvo que establecer, en febrero de 1535 en Tlacotán, donde fue fuertemente atacada por los indios cazcanes, tecuejes y zacatecos. Estas circunstancias obligaron a su cuarto y ultimo traslado, esta vez al valle de Atemajac, donde el 12 de febrero de 1542 el gobernador Cristóbal de Oñate la fundó definitivamente; ya el 8 de noviembre de 1539, el rey Carlos I de España la habla elevado al rango de ciudad y le otorgó su escudo de armas.
La novel ciudad muy pronto serla la sede de una Real Audiencia y un Obispado; a partir de 1586, con el establecimiento del Colegio de Santo Tomes de Aquino a cargo de la Compañía de Jesús, se inició la impartición de la enseñanza media y superior y se conferirían grados académicos. La enseñanza media serla reforzada en 1695 con la fundación del Colegio de San Juan Bautista,
A finales del siglo XVII, el decimoquinto obispo de Guadalajara, fray Felipe Galindo Chávez y Pineda, solicitó al rey Carlos II que elevara el Real Seminario Conciliar de San José --establecido en 1696-- al rango universitario, lo cual comunica a sus diocesanos el 12 de julio de 1696, en el documento que iniciaba con la expresión latina Benedictionem dabit Legislator, decía: “Tengo pedido a su Majestad se sirva de hacerle (al Seminario) Real Universidad...”.
Así se inició un siglo de gestiones para lograr el establecimiento de la Universidad de Guadalajara, cronológicamente la segunda de México, la cuarta de América del Norte y la decimocuarta de Iberoamérica.
Habría de transcurrir casi medio siglo para que esta idea original fuera retomada por el licenciado Matías Ángel de la Mota Padilla, quien en 1750 logró involucrar en el proyecto al Ayuntamiento de Guadalajara, corporación que continuarla las gestiones hasta el final.
Para 1767, con la expulsión de la Compañía de Jesús de todos los dominios hispánicos, se hizo imperativa la necesidad de establecer la Universidad, ya que se habían clausurado los colegios de Santo Tomes y de San Juan Bautista. Entre los clérigos expulsados de Guadalajara se encontraba el célebre humanista Francisco Javier Clavijero, quien venla realizando una profunda reforma y modernización de los estudios filosóficos.
El 12 de diciembre de 1771 llegó a Guadalajara el vigésimo segundo obispo de la diócesis novogalaica, fray Antonio Alcalde y Barriga, quien vendría a darle el impulso definitivo a la fundación de la Universidad con tres importantes acciones:
Primero: el 17 de marzo de 1775 contesta la real cédula de Carlos III donde le consultaba sobre la conveniencia del establecimiento de la Universidad. Su respuesta fue afirmativa, señalando como objetivo primordial de la futura institución ‘el adelantamiento de la juventud, que por falta de Universidad se atrasan en sus estudios”; además, prometió dotar adecuadamente las cátedras para que quienes las impartieran tengan un sueldo apetecible y que les dé motivo a perseverar en sus respectivas cátedras y llenen el nombre de tales catedráticos y que no las tomen como medio para lograr otras conveniencias “[...] aunque yo deje de comer, pero sin hacer falta a las innumerables indigencias de tantos pobres, me obligo a dar a cada uno de dichos catedráticos, cuatrocientos pesos anuales”.
Segundo: interpuso su influencia ante el rey de España para que se aplicase al patrimonio universitario los bienes de las temporalidades de la extinguida Compañía de Jesús, incluido el templo y el edificio del antiguo Colegio de Santo Tomás.
Tercero: donó 60 000 pesos para cumplir su promesa de dotación de las cátedras y estimuló al Cabildo catedralicio para que aportara los 10 000 pesos restantes, necesarios para la fundación. El patrimonio universitario original e indispensable para lograr la fundación fue de 95 298 pesos. El señor Alcalde aportó casi las dos terceras partes del importe total.
Tras vencer las últimas dificultades, el 18 de noviembre de 1791, en el Monasterio de San Lorenzo del Escorial, el rey Carlos IV otorgó la Cédula Real de la Fundación de la Universidad de Guadalajara, que en su parte medular dice:
El 26 de marzo de 1792 los festivos tañidos de la célebre “campanita del correo” anunciaron la llegada a Guadalajara del largamente esperado documento de erección de la Universidad, con gran jubilo de sus habitantes y en especial de fray Antonio Alcalde, quien de común acuerdo con el presidente de la Real Audiencia, Jacobo Ugarte y Loyola, designaron como primer rector de la Universidad al doctor José Maria Gómez y Villaseñor.
A pesar de la celeridad de los preparativos para la apertura de la Universidad, el 7 de agosto de 1792 sobrevino el fallecimiento de su fundador, fray Antonio Alcalde, lo que provocó gran consternación en la incipiente comunidad universitaria.
El 3 de noviembre de 1792, víspera de la fiesta onomástica del rey Carlos IV, se inauguró solemnemente la Real Universidad de Guadalajara con una misa oficiada en el templo de Santo Tomás por el Dean de la catedral, Salvador Antonio Roca y Guzmán, la lectura de la Real Cédula de Fundación, el juramento de los funcionarios y catedráticos universitarios, y una oración latina que pronunció el doctor José Ángel de la Sierra; dicha celebración fue presidida por el primer vicepatrono real, Jacobo Ugarte y Loyola.
Las solemnidades de esta inauguración fueron reseñadas por La Gazeta de México:
Llegado ese día, a las nueve de la mañana se juntaron la Real Audiencia y todos los cuerpos de esa Capital en el Templo de Santo Tomás, que estaba adornado con magnificencia, y duraron allí todo el tempo que se destinó
Llegado ese día, a las nueve de la mañana se juntaron la Real Audiencia y todos los cuerpos de esa Capital en el Templo de Santo Tomás, que estaba adornado con magnificencia, y duraron allí todo el tiempo que se destinó con la mayor solemnidad a una misa que dijo el Señor Deán de esta Santa Iglesia catedral Lic. D. Salvador Antonio Roca y Guzmán, en acción de gracias por un beneficio que se espera habré de ser el colmo de la felicidad de esta Provincia. Concluido este acto pasaron la Real Audiencia y los demás Cuerpos a la puerta que hay de comunicación entre el Templo y las demás piezas y se juntaron en el Aula Mayor, ocupando el M. I. Señor Presidente D. Jacobo Ugarte y Loyola el asiento principal, que estaba bajo de un dosel que servía de trono a los retratos de sus Majestades. Los Señores Ministros de esta Real Audiencia se sentaron en dos alas a sus lados y los demás respetables Cuerpos se colocaron con el debido orden. Luego mandá el Señor Presidente al Escribano de Gobierno que leyese la Real Cédula de erección y éste ejecutándolo, al decir El Rey, se puso de pie la Real Audiencia, y a su imitación los otros Cuerpos y Personas de distinción, y en el mismo punto sonó la orquesta, que se había colocado a la puerta del General, por no haber lugar en otra parte a causa del lucido e innumerable concurso, y hecha al mismo tiempo salva por la tropa y campanas todas de la ciudad, se continuó leyendo la real cédula, a cuya conclusión y a la palabra Yo el Rey, volvió a hacerse por todos igual demostración; después de lo cual, y dada la orden de llamar a los Señores Rector y Cancelario, vinieron ambos de su cabildo a presencia del Real Acuerdo, y acompañándolos para el acto el Alcalde Ordinario de segundo voto, Regidores para ello diputados, y los Escribanos de Gobierno y de Cabildo, con esta ceremonia llegaron al bufete, en el que presente la imagen de Cristo Crucificado y el Libro de los Santos Evangelios, se tomó a dichos señores juramento, que hicieron de fidelidad al Rey y cumplimiento de sus importantes obligaciones, lo cual ejecutado y retirados dichos Señores a los asientos que les tocaban en el Claustro, el Escribano de Gobierno dió al de la Universidad, para que la leyese, la siguiente lista de Catedráticos nombrados por el M. I. Señor Presidente:
Para la Cátedra de Prima de Teología al Señor Marques de Pánuco (doctor José Apolinario Vizcarra). Para la de Vísperas al Sr. D. José Ángel de la Sierra; para la de Santo Tomás al P. P. Lector Fr. Nicolás Muñoz. Para la de Teologla concedida a los P. P. Menores de la Provincia de Santiago de Jalisco al P. P. Lector Fr. Francisco Padilla. Para la de Lugares Teológicos al P. P. Lector Fr. Joseph Antonio Panes. Para la de Sagrados Cánones al Lic. D. Joseph Marla Bucheli. Para la de Prima de Leyes al Dr. D. Juan M. Velázquez. Para la de Prima de Medicina al Br. D. Mariano Garcia de la Torre. Y para la de Cirugla al Br. D. Ignacio Brizuela y Cordero.
Todos estos sujetos fueron así llamados por el Bedel a hacer su respectivo juramento ante el Señor Rector, y esto ejecutado fueron tomando sus respectivos asientos. Concluido el acto de la posesión, por señal que hizo el M. I. Señor Presidente con la campanilla, mandá dar principio a una oración congratulatoria latina que dijo el nominado Catedrático de Vísperas de Teología con aplauso de todo el concurso; y durante ésta se vio la conmoción de esta Ciudad, la que para calcular cuanta haya debido ser, bastaré decir que ha sido la represa suelta de los deseos de noventa años.
Con esto se dio fin al acto y principio a los regocijos correspondientes. El Sr. Presidente mandó servir magníficos refrescos a las innumerables y distinguidas personas que concurrieron a los bailes de Palacio en las noches del tres y cuatro de noviembre, en las que se iluminaron los templos, colegios y casas de esta Ciudad, y los ánimos hasta la fecha quedan en un tierno reconocimiento al Soberano, y a las personas que por sus oficios, caudales y solicitudes promovieron, protegieron y ejecutaron felizmente tan útil, noble e importante establecimiento.
La institución, con todo y la influencia de los obispos dominicos Galindo y Alcalde, nació como Universidad de Estado, de ahí su título de real, el cual precisa su origen y composición jerárquica. La suprema presidencia se depositaba en el rey, el cual a su vez la delegaba al presidente de la Real Audiencia de Guadalajara en su carácter de vicepatrono. No se le otorgó inmediatamente el título de pontificia, no porque se estuviera en contra de los principios de la ortodoxia católica, sino porque la tendencia de la monarquía durante el siglo XVIII era el regalismo, sin menoscabo de la decisiva influencia de los clérigos en la vida universitaria, pero clérigos más leales al rey de España que al pontífice romano.
Los ordenamientos jurídicos que la rigieron en las tres primeras décadas de su existencia fueron: las Constituciones Apostólicas y Estatutos de la muy insigne Universidad de Salamanca, recopilados por su comisión en 1626; el Plan General de Estudios dirigido a la Universidad de Salamanca por el Real y Supremo Consejo de Castilla de 1771; la Real Cédula de Fundación de la Universidad de Guadalajara de 1791 y las constituciones formadas para la dirección y gobierno de la Real Universidad Literaria de Guadalajara de 1816.
De acuerdo con los anteriores ordenamientos, la Universidad se gobernaba por medio de los claustros de doctores, o mayor, de consiliarios, o menor, y el de hacienda, el rector cancelario-maestrescuela, quien era el encargado de conferir los grados universitarios. Académicamente se integró por el Bachillerato o Facultad de Artes o Filosofía y facultades de Teología, Derecho y Medicina. Se otorgaban los grados de bachiller, licenciado, maestro y doctor.
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jueves, 8 de octubre de 2009
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